Para esta crónica, nos detendremos en la
experiencia de dos inolvidables viajes en autocaravana
del torero Luis Miguel Dominguín y su esposa
Rosario Primo de Rivera, en los veranos
de 1983 y 1984.
del torero Luis Miguel Dominguín y su esposa
Rosario Primo de Rivera, en los veranos
de 1983 y 1984.
REPORTAJE
Original de
Ana Mª Ferrin. 1997
R.P.I.
Desgranando una a una las mujeres por las que -como cuentas de un
imaginario collar- se columpió el torero durante sus primeros cincuenta y siete
años, desde Lauren Bacall a Romi Schneider, de Ava Gardner a su sobrina Mariví
Dominguín, destacaremos junto a su primera esposa Lucía Bosé madre de sus tres
hijos, una presencia rotunda en carácter, voz y mirada, mujer morena con el
atractivo de la inteligencia, que supo
ligar con mano firme el manojo de caos y talento de un hombre singular. Aún
conociéndose desde siempre, su amistad pasó largo tiempo madurando como esas
botellas asoleradas del mejor vino.
Rosario Primo de Rivera llegó
íntimamente a la vida del hombre en su momento justo, porque, si como dijo
Atahualpa Yupanqui, -No hay que llegar primero,
hay que saber llegar, añadamos, que si es importante en la vida el primer
amor, no lo es menos el definitivo.
Después de cuadrarse ante amigos y familiares que no confiaban en la
seriedad de Luis Miguel como compañero, saliendo de un círculo conservador que siempre
se ha significado en la Historia de España, sopesando creencias y presiones,
esta mujer tomó la decisión de casarse con el hombre de su vida y lo primero
que hizo fue ayudarlo a que se centrara, después de una época especialmente dispersa. Separando de su círculo de amigos, a los vividores. Una vez conseguido ésto, tuvo una ocurrencia que al torero debió confirmarle que se había unido a una
mujer de criterio poderoso y, justamente por eso, incluí a los dos en
el capítulo sobre caravanistas insólitos de mi libro Los Ojos del Paraíso..
Cuando me enteré de que la pareja había vivido unas experiencias campistas
de lo más intensas, Dominguín acababa de fallecer y lógicamente me pareció que el intento de contactar con su
viuda debía quedar aplazado el mayor tiempo
posible.
Seguí escribiendo el libro y cada vez que comentaba con alguien del
ambiente taurino o periodístico, cuánto me interesaba entrevistarla sobre el
tema, la respuesta era idéntica:
-¿Rosario Primo de Rivera? Ni lo sueñes. Es una mujer privadísima que
jamás ha concedido entrevistas y desde que ha enviudado, ya es impensable. No
te digo nada si esperas que cuente algo de su esposo. Olvídalo.
Luis Miguel Dominguín en Cannes |
Su segunda esposa, Rosario Primo de Rivera |
Su autocaravana/autobús, el Tormobús, uno de los primeros vehículos de este tipo en España |
DOMINGUÍN, ROSARIO, TORMO Y CALAFAT
Publicado en Gaudý y Más. 24 de julio de 2016Pasaba el tiempo y el trabajo iba avanzando. Otros personajes que tampoco son precisamente habituales de la prensa, aún con dificultades, iban consintiendo en contarme sus vivencias. Escuchándolos, fui entendiendo la causa principal de su asentimiento.
Por sus tonos de voz, por algún quiebro que otro en su forma de
explicarse, se adivinaba algo muy sencillo. Cómo a lo largo de sus relatos,
todos sin excepción rememoraban momentos en los que se habían sentido felices.
Experiencias de amor, amistad, sorpresa, diversión, se filtraban a través de
sus palabras. A veces cara a cara, en ocasiones por teléfono, pero la
pretensión que en un principio se veía como utópica iba convirtiéndose en una
realidad. Todo ello me animaba a tomar la decisión de intentar el contacto con
Rosario Primo de Rivera después de que un amigo me confiara su teléfono.
Recuerdo que en aquellos días hasta seis personas diferentes habían
intentado disuadirme de hablar con ella, pues temían que por su fuerte carácter me enviase a paseo. Preveían que no iba a ser bien recibida por intentar entreabrir la cancela de su memoria.
Y así fue en un principio.
Pero entonces recordé algo que me había confiado Joaquín Soler Serrano en una larguísima entrevista que le hice el
año 1988 y a la que me aferro cada vez que algún objetivo me parece difícil (*):
- Tú inténtalo.
Con educación y respeto se puede preguntar cualquier cosa a cualquier persona,
quien hace lo contrario es pan para hoy y hambre para mañana. Por ejemplo, en
televisión es muy fácil con la impunidad que le dan las cámaras al presentador,
plantarse como he visto hacer ante Alberto Moravia aprovechándose de su edad y
su fragilidad, y soltarle de golpe: -¿Qué
piensa usted de que su mujer se acueste con Walid Jumblad? Yo sé bien que ese tipo de periodismo morboso
que va a la sangre, a dejar las vísceras del personaje en la mesa, atrae a un
cierto tipo de público. Pues bien, eso que lo haga quien sea partidario. Créeme,
la gente mientras más calidad tiene, se
abre y cuenta sus cosas infinitamente más si se la trata con sensibilidad. No
hay que tener miedo. Mientras más grandes, más sencillos y colaboradores se
muestran con el periodista.
Aquellas palabras me animaron a lanzarme con la vieja màxima de, El no, ya lo tengo. Pero por esas cosas
de la vida, o de la química, al cabo de un rato respondiendo con noes, la viuda de Dominguín pronunció
las palabras mágicas: -Bueno, mire
usted, ésto no me importa contárselo...
A partir de ahí y por supuesto, muchísimo menos de lo que yo hubiera
deseado, pequeñas perlas vivenciales y viajeras quedaron registradas para que
los lectores conozcan algo más de un mito. No fue una entrevista al uso, pero
así me lo contó:
-¿Qué quieres hacer este Agosto? -le preguntó Luis Miguel a
su mujer al acercarse el verano de 1983.
-Quiero que hagamos algo diferente. Que
nos vayamos de viaje en una caravana.
Aquí intervengo yo:
-Y él qué le contestó,¿ le pareció bien?
-La verdad es que me miró como si yo fuese
una marciana y me dijo: -Tú estás loca.
¿Cómo nos vamos a encerrar en una cosa así? Eso es una especie de locura.
-¿Es que usted ya tenía alguna experiencia de ese tipo?
-¿Yo? Que va. Pero siempre me habían
llamado la atención cuando las veía por la carretera, me daban sensación de libertad. Le dije, que como
ya habíamos viajado en todo, en avión y en coche, en barco, en tren, eso de
vivir itinerante era lo único que no conocíamos. Y como era algo que yo había querido hacer
siempre, pues eso era lo que yo deseaba para aquel verano.
-¿Era por la idea de vivir al aire libre?
-No, ese conocimiento ya lo teníamos porque
vivíamos en la finca La Virgen, en pleno campo de Jaén. El levantarnos temprano
y coger un caballo para ir a ver amanecer, y los corzos, o la caza, eso ya era
normal para nosotros, lo teníamos a diario. La idea era más bien recorrer las
ciudades y monumentos al albur, de una manera distinta.
-¿Les gustó esa nueva forma de viajar?
-Hombre, tenía sus incomodidades pero era
interesante. Nunca fuimos a campings, parábamos en los pueblos, en puertos de
pescadores, nos encontrábamos con amigos... Hicimos dos viajes. En 1983
estuvimos en Galicia y en 1984 recorrimos Portugal y Andalucía.
Para terminar le digo que me gustaría cerrar con una anécdota personal
del torero dedicada a esos días felices que compartieron viajando con sus
amigos. Comprendiendo la atención del homenaje, nos brinda la siguiente:
-Veníamos tranquilamente de Portugal para
visitar Andalucía. Luis Miguel era una de esas personas que tienen una
facilidad tremenda para dormirse, además, con un sueño profundo que si no lo
despiertas puede durar horas y horas. Y claro, se durmió en el viaje. Pero
sucedió que mientras él dormía, me enteré de que yo tenía necesidad de pasar
por Madrid aunque fuese unas horas, por un asunto preocupante que no tenía más
remedio que resolver. Así, sobre la marcha, tomé la decisión de decirle al
conductor que cambiara de rumbo y cogiera el camino a Madrid. A todo esto,
Miguel durmiendo tan tranquilo.
Seguimos camino sin parar hasta que
llegamos a Madrid. Al ser un vehículo tan largo y no tener facilidad para
estacionarlo, el mecánico me preguntó que dónde podríamos llevarlo. Estuve
pensando dónde sería el mejor sitio y se lo dije.
Llegamos y ya lo habíamos aparcado cuando
él despertó por fin, y medio dormido, me preguntó: -¿Dónde estamos? Y yo le
contesté: -Pues chico, tú sabrás. Porque
si tú no lo conoces, ya me dirás quién. Se asomó, y su asombro fue
tremendo. Se había dormido en Portugal, ¡Y ahora estábamos en plena Plaza de
Toros de las Ventas!
A la derecha, Diego Bardón, iz, Fernando Arrabal. (youtube.com) |
Miguel Bose, uno de los tres hijos de Luis Miguel Dominguín |
Paola Dominguín, una de sus dos hijas |
Lucía Dominguín, la hija mayor de Dominguín y madre de Bimba Bosé,
con sus amigos los cocineros hermanos Torres
|
Bimba Bosé, nieta mayor de Luis Miguel |
25 de agosto de 1983, boda de Lolita Flores, hija de Lola Flores, con Guillermo Furiase |
La historia de cómo llegaron a viajar en el TORMOBÚS, el que fuera un vehículo famoso del
motociclista Ricardo Tormo en esos años, fue la
siguiente:
Luis Miguel tenía un amigo, el torero y artista polifacético Diego Bardón, que a su vez lo era del corredor de motos Ricardo
Tormo. Por ello, cuando su esposa Rosario le propuso el viaje fue a través de él, que el
motorista cedió generosamente al torero, padre de Miguel Bosé y abuelo de Bimba Bosé su autocaravana de 12 metros, cosa que
ni antes ni después hizo nunca. Sin conocerse, a través del teléfono se forjó
una relación especial de aprecio y respeto mutuo a la que no debió ser ajena el
que los dos hombres por sus respectivas profesiones rozaran día a día el
peligroso filo de la tragedia.
Agustín Calafat fue sin duda
un testigo de excepción en las dos aventuras caravanistas del torero. El también motorista, mecánico y conductor de Ricardo Tormo llegó en el apabullante vehículo, desde
Valencia al Hotel Villa Magna de Madrid, para encontrarse con Luis Miguel
y planificar el primer viaje que harían a Galicia, un día de aquel verano de 1983.
Recordaba Agustín, que por su parte, lo primero que tuvo que solucionar fue el tratamiento. Acostumbrado a la vida fraternal de compañeros y boxes, el compartir un espacio tan cercano con el mito le creó los primeros días una cierta incomodidad al dirigirse a él. -Señor Luis Miguel Dominguín, por aquí, -Señor Luis Miguel Dominguín, por allá, tanta etiqueta atosigaba al joven mecánico, que cuenta con gracia:
-Imagínate. Yo, que soy tímido y a veces hasta
hablando me atasco, aquello me tenía
agobiadísimo. Hasta que Diego Bardón, que venía con nosotros y que era el único
al que yo conocía, se dio cuenta y me dijo: -Oye, Agustín, en vez de llamarle eso tan largo de: Señor Luis Miguel
Dominguín, ¿por qué no le llamas "maestro" que es más corto y fácil? Yo vi el
cielo abierto y se lo dije, -Diego,
macho, menudo peso me has quitado de encima. Y con “el maestro” se quedó.
Una vez en marcha, Calafat pronto se dio cuenta de varias cosas. Una de
ellas era la gran cantidad de amigos que tenía el Maestro, que por todas partes aparecían y venían a verle. Las comidas las
hacían casi siempre en restaurantes y bares y allí solían acudir para reunirse
con ellos, ya fuera en Pontevedra o
en La Toja. Otra, que viajar con él
era como ir con un visado especial porque daba igual encontrarse con un
problema aduanero, que de tráfico. Luis Miguel hablaba con los responsables y
el problema, insalvable para cualquier viajero, se solucionaba rápidamente. Más
aún, se diría que se desvivían por facilitarle las cosas. El sueño del
caravanista común, vamos.
-Agustín, después de tantos días juntos te harías una idea de cómo era
Dominguín en realidad. ¿Qué te pareció como ser humano?
-Te lo voy a decir claramente. Conmigo fue
muy buena persona, excelente. Tuvimos muchas conversaciones largas, muy
interesantes. Yo le hablaba de las carreras de motos y él me contaba de lo
suyo, del toreo. Me enseñó muchas cosas. Y nunca perdía el talante, todo lo
veía sin problemas.
-Vamos, que era templado.
-¿Templado? El día que entramos en
Portugal, en el verano del 84 cuando aún tenías que presentar el pasaporte en
la frontera, a la hora de cruzar la Aduana me di cuenta de que yo lo tenía
caducado y no me dejaban entrar. La verdad es que no sé cómo me pudo pasar,
porque precisamente mi profesión es andar por el mundo con las carreras, pero
mira, fue un fallo que tuve.
Puede
que fuera porque como aún no habíamos empezado la temporada no me había parado
a revisar la documentación. Lo despertamos para decírselo, yo todo cortado,
acalorado, con la angustia de que por mi culpa no pudiésemos seguir camino.
Pues él tan fresco, como si nada. -Tranquilo,
hombre, ¿por qué te acaloras?-, me dijo. El tío se levanta, baja, habla con
los gendarmes y ningún problema. -¿Ves,
hombre?. Tranquilo. Yo no había visto nunca un caso así, era alucinante,
tenía un coraje...
De eso, a tope. Alguien cercano a
Dominguín me cuenta que una vez, en plena faena, un toro le arrancó limpiamente
un testículo, que no cayó al suelo porque esa pieza de la anatomía masculina
está sujeta por un nervio sumamente elástico que se salvó de la cornada y quedo
colgando. Pues bien, el Maestro, con un
par a pesar del accidente, se lo recogió con una mano y acabó como pudo,
incluso matando al toro. Una vez acabada la faena se dirigió a la enfermería a
que le cosieran o más bien le remendaran la parte en cuestión. A ver si eso no
es temple.
Muchas veces las decisiones de ruta se tomaban un poco de sopetón.
En una ocasión a la salida de Madrid y de camino a Portugal pararon en
la finca de Palomo Linares y Marina
Danko. La aparición fue una sorpresa para la pareja, pues no tenían noticia
de la visita y seguro que al ver el vehículo debieron pensar que un grupo de
turistas japoneses había tomado por asalto su casa.
Pero no, del autobús bajaron un tropel de amigos y se improvisaron unas
copas para celebrar el encuentro. Palomo estaba en chándal, preparándose para
la temporada americana, y en medio de la reunión les contó que al día siguiente
partían para la Costa del Sol a la boda
de Lolita, la hija de Lola Flores, añadiendo: ¿Por qué no os venís con
nosotros?
Al margen de su profesión, Luis Miguel Dominguín ha sido conocido por
otras muchas cosas. No es un secreto que una de ellas era su predisposición a
la juerga, y la boda de la hija de su vieja amiga La Faraona prometía, tenía todos los números para ser una ocasión
de las sonadas. Como así fue, un fandango inolvidable. Por los pelos la
iniciativa no cuajó, la cordura acabó imponiéndose y los caravanistas
decidieron no presentarse y seguir sus vacaciones plácidamente con el autobús.
La boda de por sí tumultuosa ganó
un punto de tranquilidad, pero que el espectáculo perdió vistosidad, eso seguro.
Porque no quiero imaginar lo que hubiera podido resultar en medio de la
avalancha de público y periodistas que se montó, la llegada del Tormobús engalanado para la ceremonia y Luis Miguel
bajando de él para unirse al jolgolrio, con su alegría y el don carismático
para la fiesta que le acompañó toda la vida.
Visto en prespectiva me alegro de la tranquilidad de los novios, aunque las
revistas del corazón sin duda perdieron unas portadas geniales.
Como esto no es un texto academicista y relamido, diré, que si Luis
Miguel Dominguín fue un indiscutido número uno en lo taurino, también -según
diversos testimonios-, su carácter difícil parece ser que no atrajo
de manera unánime grandes cariños. Aún así, con el joven mecánico demostró una
faceta de consideración que a éste le dejó un grato recuerdo.
-También me han contado del Maestro – quise confirmar-, que con el
dinero a veces era un poco especial. Agustín, ¿cómo se portó contigo
en lo económico?
-Pues conmigo de tacaño, nada de nada, fue
muy generoso. A mí, antes de salir me cogió aparte y me dijo: -Mira, Agustín, tú siempre que quieras
puedes comer con nosotros, pero para que te encuentres más a gusto, toma este
dinero y cuando quieras comer por tu cuenta, pues lo haces. Puede que lo
hiciera para tener más intimidad con sus amigos, no lo sé, pero de todas
maneras estuvo bien. Me dio unas ochenta mil pesetas, que a mi me pareció
excesivo, pero pensé, -Bueno, iré gastando y ya haremos cuentas-. Pero pasaban
los días y se repetía el gesto, entregándome cincuenta o sesenta mil pesetas
más, de vez en cuando. Yo le decía: -Gracias maestro, pero aún tengo dinero. Él
no me hacía caso, hacía un gesto así, con la mano, un Déjalo estar, y daba por zanjado el asunto insistiendo en que lo
tomara.
Yo no lo tenía muy claro. Por si acaso fui
guardando todos los comprobantes de gastos hasta el último día, cuando
volvimos a la finca de Andújar donde ellos vivían entonces. Fui a intentar cuadrar
cuentas con el maestro y él me paró: -Anda,
anda, no tienes que darme cuenta alguna, guárdatelo. Precisamente quería que
les hicieras a tu mujer y a tu hija un regalo de mi parte. Toma. Y me puso
en la mano otras cien mil pesetas. Que junto a lo acumulado por los días de
viaje fue una cantidad importante.
Un buen plus laboral, sin duda. Si no me lo hubiera contado el mismo
Agustín Calafat en persona, lo hubiera contrastado. Porque, ¿Era éste L.M.D el
mismo que se negaba a regalar dinero a los críticos, a entregarles el famoso sobre, aquella costumbre tan extendida
en su tiempo para que las crónicas le
fueran favorables? Sea como sea, pienso que los seres humanos tenemos registros
diferentes según con quienes tratamos. Y también, que una temporada feliz
ejerce una benéfica influencia en cualquier persona. Tanto, que acabado el
viaje, Dominguín invitó al mecánico a que se quedara en su finca unos días.
-Él debió darse cuenta -continúa el conductor su
relato-, que para un chaval joven en
cierto sentido aquellos días fueron un rollo, porque durante el viaje ellos se
paraban con sus amigos en cualquier bar a tomar unas copas y yo, por respeto y
porque yendo al volante no hubiera estado bien ponerse allí con un copa, codo a
codo con él, pues nunca tomaba nada. Así que cuando llegamos al final, me dijo:
-Agustín, ya que hemos acabado, antes de
volver a tu casa quédate un par de días con nosotros descansando, para que
estés tranquilo y disfrutes un poco. Yo me había casado hacía poco, tenía
una niña de un año o por ahí y tenía ganas de volver, pero bueno, también
estaba cansado y les agradecí la invitación. Que por cierto, cogí una torta tan
impresionante que no sabía donde estaba. ¿Qué dónde me alojó? Pues en la
habitación de su hijo Miguel Bosé, que estaba de gira o haciendo una película.
Agustín Calafat sigue desgranando experiencias de las que no se olvidan.
-Era un tío sensacional. Otra cosa que tenía y que a mí me hacía sudar
la gota gorda, era cuando se le metía en la cabeza ir por sitios que no se
podía, que tú veías que era imposible. Una de las buenas la pasamos el día que
volvíamos a la finca. Él quería subir por un camino de tierra por donde sólo
podían pasar los Land-Rover, pero se empeñó.
-Nada,
Agustín, tira para arriba. Si se para, llamaremos para que nos saquen. Si es
necesario traer una grúa, la traeremos. –Pero maestro
–le decía yo-, que seguro que nos vamos a hundir, que el chasis es muy bajito y
nos engancharemos.
Al
final nos clavamos en un sitio que efectivamente, el chasis tocó, y nos
quedamos tirados allí hasta que vinieron unas gentes de la finca con unas
tablas y nos sacaron. Pero es que él todo lo veía posible.
También recuerdo cuando fuimos a
Pontevedra, a los toros. Yo le decía, -Maestro, que por aquí no se puede
circular, que esto es muy largo y no cabemos, que está lleno de tráfico. –Nada, tú no te preocupes –respondía él- tira para dentro, que cuando pase esto, se
pararán todos..
Y continúa Calafat:
-Entramos en la Plaza de Toros y yo
callado a su lado porque no tenía ni idea de toros, cuando me dijo: -Agustín, esto es como una carrera de motos.
Creo yo, porque nunca he visto ninguna. Pero a mí me han dicho que la verdadera
emoción se vive en los boxes. Aquí es lo mismo. Si en una corrida de toros no
estás dentro del ambiente, no la ves como es en realidad. Tú espera aquí.
- Cuando volvió me trajo un pase de Prensa y
allí entre los periodistas, estuve viendo la corrida. Donde por cierto le
brindó un toro el YIYO, que poco después moriría de una cornada.
La utilización que Dominguín le dio a la caravana no fue la del viajero corriente.
Sí, también le valió para conocer paisajes y hacer turismo, tratar a la nueva
gente que fue encontrando, pero lo suyo tuvo un matiz ligeramente diferente. Él
no hacia nuevos amigos, básicamente se fue reuniendo con los suyos de siempre
en los diversos restaurantes y casas que visitaba por el camino. Pero al menos,
si nos atenemos a lo que opinaba de él Agustín
Calafat cuando hablamos, diez años después de aquella aventura, un amigo nuevo sí lo hizo.
-Ricardo Tormo y Luis Miguel Dominguín no
se conocieron nunca –me aseguró Agustín Calafat-. Aunque cuando se la dejó la segunda vez,
Ricardo ya había sufrido el gravísimo accidente que le cambió la vida, le dijo al
Maestro que no pasaba nada, que la caravana se la dejaba otra vez. Dominguín lo
invitó muchas veces a su finca, hablaron de que tenían que encontrarse, pero ya
te digo, entre el accidente con su secuela de operaciones y una cosa y otra,
eso quedó en el aire porque jamás llegaron a verse. Y fue una pena. Conocí a los
dos y siempre los recordaré como unos tíos cojonudos.
Luis Miguel Dominguín falleció
en 1996.
Ricardo Tormo nos dejó en
1998.
Y esta es la historia de dos viajes desconocidos e impensables de Luis Miguel Dominguín.
Ana
Mª Ferrin
(*) Entrevista a Joaquín Soler Serrano
http://amf2010blog.blogspot.com.es/2011/01/soler-serrano-un-periodista-que-hizo.html
http://amf2010blog.blogspot.com.es/2011/01/soler-serrano-un-periodista-que-hizo.html
HASTA PRONTO,
RECIBIR TODOS MI DESEO DE UN
Una mujer discreta, yo no sabía nada de ella ...
ResponderEliminarFeliz verano Ana Mª !!
A lo largo de tu trayectoria profesional has tenido la oportunidad de conocer y hasta entrevistar a gentes diversas que, independientemente de la simpatía o el interés que puedan despertar entre los lectores, no dejan de ser personajes curiosos y singulares. Lo cual siempre es un privilegio y un motivo de orgullo personal.
ResponderEliminarQue pases unas felices vacaciones.
Un saludo, Ana María.
En todo caso, me ha llamado la atención que Luis Miguel Dominguín accediera a irse por ahí de caravana. Yo le hacía más de hoteles, restaurantes, juergas y saraos. Solo se explica que lo hiciera por satisfacer a la que era su pareja en esos momentos.
ResponderEliminarLo del toro y el testículo saltarín no tiene precio.
Se puede decir que en ese caso tuvo "un huevo" de suerte.
Otra saludo y, de nuevo, feliz verano.
Hola Ana:
ResponderEliminarMe ha parecido muy interesante este aspecto de la vida del torero.
Feliz verano. A desconectar y disfrutar.
Besos
Ana Maria,
ResponderEliminarTenho tido a oportunidade de conhecer personalidades e costumes da Espanha pelos seus textos, sempre muito bem escritos, com a marca de um jornalismo sério e responsável. Agora você escreve sobre Dominguin, célebre toureiro, que teve na sua lista de conquistas mulheres maravilhosas como Lauren Bacall a Romi Schneider, como você diz, e que
inspirou livros e filmes.
Abraço.
Pedro.
Me vuelve al recuerdo esa Rommy Schneider de mis años mozos, que "nos" enamoraba con sus películas de emperatriz. Gocé también con la historia de aquel testículo que se volvió loco, pero en verdad con toda la trama.
ResponderEliminarSaludos Ana María.
Aparte de la curiosa colección de anécdotas, otro detalle me ha llamado la atención. Aún recuerdo a Joaquín Soler Serrano. Cuánto han cambiado los tiempos, y de cuantos Moravias desvalidos se abusa hoy.
ResponderEliminarUn saludo y feliz verano para usted también, supongo que en caravana ya no.